Bueh

Ayer soñé que despertabas a mi lado, como tantas otras veces. Cuando nadie te ganaba a hacerme feliz y pasábamos las tardes entre canciones de carretera, un interminable vaivén de besos a escondidas y la brisa revolviendo tu pelo. Cuando rodeabas con tu brazo mi cintura y me llevabas por esa ciudad que inventaste sólo para nosotros. Aún recuerdo cuando creíamos morirnos por sobredosis de amor y nuestro pasatiempo favorito era buscar rincones escondidos en el cuerpo del otro. Tu olor impregnado en todas mis prendas de ropa y tú impregnado en mí. Recuerdo el frío invierno que se adueñó de mi maltrecho corazón cuando tú decidiste marcharte. Esa fue tu manera de enseñarme que no son necesarios los kilómetros para alejar personas. Sólo mi sonrisa melancólica al recordar todo esto podría delatar lo mucho que te echo en falta y todo lo que me he esforzado para que ese sentimiento permanezca oculto. Pero lo más cierto de todo esto es que ya no te tendré entre mis brazos nunca más, que no volveremos a despertarnos con la sonrisa tonta dibujada en la cara, y duele saber que lo único que me queda es sobrevivir de recuerdos.